domingo, 7 de marzo de 2010

SLAVOJ ZIZEK: “SOYONS RÉALISTES, DEMANDONS L'IMPOSSIBLE!”


"Condición sine qua non de cualquier personaje del globo: no importa de dónde provenga, estará acompañado de una retórica imposible de eludir: un aura que lo acompañará por el resto de su andar entre todos nosotros. Un apartado en su biografía que solo redacta el resto de los mortales y que obviamente es ajena a las intenciones del protagonista".


"¡No! Creo que actualmente es aún peor: el problema hoy es que la gente no se siente culpable de transgredir prohibiciones sino de no transgredir, de ser incapaz de gozar.”
(Zizek)


En la Universidad de Buenos Aires la cosa está agitada. Por los patios los estudiantes se saludan, cruzan unas cuantas palabras y se arrellanan en sus lugares, muy atentos a lo que pueda suceder en la próxima hora. Las chicas se lanzan viento con unas hojas, con carpetas, puede que sean guías de estudio, y beben agua mineral para apaciguar el calor. Nadie sabe exactamente lo que está pasando, pero de que se está armando, se está armando. Lo que pareciera ser el punto máximo en que una aglomeración pasa a ser una revuelta, no es más que un estado de dispersión en el que nadie entiende nada, en el que todos se mueven como piezas incómodas sobre una tabla caliente que está a punto de derretirles los pies. De pronto, un grupo de jóvenes dirige su mirada hacia un bullicio que estalla al otro lado del patio, donde se abren y cierran puertas entre gente que se mira en todo momento las caras como buscando una respuesta. Los que están de pie en el salón comienzan a dirigirse a la puerta. Al parecer toda esta gente se está trasladando a un lugar donde quepan todos. Al fondo de la sala se oyen aplausos, alguien agita los brazos como quien dirige una orquesta y entonces los aplausos son ahora verdaderamente generalizados, de manera que quien se agita levanta la voz y dice: “vamos a cambiar de aula”: Slavoj Zizek espera en una sala con más capacidad para empezar la conferencia.

Es digno de atención el modo en que Zizek ha ocupado un lugar importante en la escena intelectual. Como ya muchos han de saber, el filósofo viene de un país de reducidas proporciones, y en todo sentido; Eslovenia cuenta con poco más de 2 millones de habitantes y la mayor parte de su territorio lo dominan zonas alpinas, lo que limita en cierto modo el crecimiento demográfico de un país tan pequeño. Es cierto que esta baja densidad y sus problemas políticos, varios nacidos en los albores de su fresca independencia, obliga a los desencantados a emigrar hacia otras zonas de Europa, pero pese a lo negativo que pueda parecer todo esto, Eslovenia es un país con un crecimiento “sostenido”, de un ingreso per cápita alto y con un porcentaje de desempleo que bordea el 9% (melodía conocida y repetida en nuestro país que, por cierto, dan ganas de discutir…); aspectos que suponemos positivos gracias a su apertura a la economía global. Pero más allá de estos datos, es más interesante y lúdico pensar la idiosincrasia eslovena de una manera más superflua, más sencilla, esto por ser, creo, la que más destaca: lo singular en todo esto es pensar cómo actúa y se arrastra hacia el resto de las naciones europeas la fábrica intelectual de este país, si pensamos que a lo reducido de su geografía sumamos una producción del conocimiento casi de “claustro”, como de universidad, muy comprimida pero que, por tanto, resulta rica en discusiones filosóficas o científicas que en fines ulteriores busca posicionarse en la interpretación de su realidad cultural. Esta configuración regional actúa y emula lo que los universitarios conocen muy bien, o deberían: producción, impetuosa producción intelectual que busca su emergencia. Entre las corrientes académicas que la llevan en Eslovenia está (y me pregunto dónde no…) el psicoanálisis, que es utilizado, por ejemplo, para estudiar el comportamiento político y otras menudencias de ese tipo. Raro si pensamos que en otras latitudes, como (por dar otro ejemplo) en Argentina, este es utilizado mayormente para interpretar la cultura, el arte y otras cositas similares. Y no es arriesgado aventurar que eso es todo. Hablar de “potencias” psicoanalíticas podría involucrar a Francia (la herencia Lacaniana, Deleuze, Foucault, Roudinesco; uno que otro alemán, etc), pero eso es casi hablar de la elite psicoanalítica, la cual es tan hermética, tan delicada a la hora de inmiscuirse en la política, que parece alejarnos demasiado de lo que ahora nos convoca. Y de Marxismo para qué hablar.

De todas formas, Slavoj Zizek, el homo academicus de moda, ha manifestado en más de alguna oportunidad su marcada influencia lacaniana y marxista, cual linterna en medio de la oscuridad, para establecer una lectura interpretativa de la realidad mundial que dibuja el capitalismo con sus oscuros tentáculos. Como ya es un hecho, el mundo académico (pero por sobre todo el mundo académico) no ha sabido si tomar realmente en serio las lecturas que el esloveno hace de los principales acontecimientos globales. Y es que: ¿qué seriedad le podría otorgar el disperso, nihilista y no-ideologizado mundo intelectual a quien instrumentaliza viejas luchas del pensamiento y que, por otra parte, se mueve por el mundo con una popularidad que ya desearía tener en este minuto Britney Spears? Cierta y lamentablemente, hoy por hoy, no mucha. Y es curioso, aunque no extraño: el mundo instruído, los logos y otros nerds, saben que a la hora de versar una crítica social al status quo (cualquiera sea el punto de vista) es necesario tomar, o al menos esa es la tendencia, cierta distancia de lo que es considerado como un producto del capitalismo y etcétera. Es decir, a un académico, a un acérrimo comunista intelectual, a un inteligente anarquista o a un acomedido socialista tradicional, jamás se le pasaría por la cabeza pisar el terreno del mainstream o cualquier otro tipo de charco hijo del capitalismo. No así a Zizek, que debe su inmerecida fama a sus atolondrados chistes políticos y a sus trabajos acerca del cine, lo que, al resto, aparte de levantarles sospechas, más le parece el diario de un fanático que la labor de un académico comprometido con la crítica y esas cosas.

Así y todo, Rebecca Mead hace un tiempo escribió para el The New Yorker "The Marx Brother: How a philosopher from eslovenia became an International star", un artículo que refleja perfectamente esta conducta en el mundo intelectual. Sin ir más lejos, fuera de la intencionalidad que en una primera lectura se le puede dar a este título y más allá de una ligera descripción payasesca del filósofo, a grandes rasgos el resultado de Mead es mostrar el nacimiento mismo de la extraña fama de Zizek: todas y cada una de las discrepancias y prejuicios hacia él, o bien, el chacoteo y la poca adherencia depositada en sus interpretaciones nacen como producto de su enfrentamiento con el mundo académico y el posterior rechazo que provoca, ya no sus ideas, sino que su sola presencia. En un movimiento de lo más extraño, la academia, que se ocupa de estudiar directamente la cultura popular (puede que en contadas ocasiones) y que incluso la integra en sus mallas curriculares, no puede creer que un filósofo marxista, inquieto observador del mundo que le rodea, utilice elementos de la cultura popular para ejemplificar la decadencia y otros pormenores de nuestra cultura global. Ironía de nuestra época, por cierto: suponiendo que la popularidad y las malas interpretaciones son inevitables ¿no es acaso el artículo de Rebecca Mead otro resultado “pop” como producto del rechazo hacia la efectividad de las ideas? Vaya uno a saberlo con exactitud. De momento, Mead se ocupa de ilustrar nada más que aquella imagen que por conveniencia toman los medios, por ser el camino más fácil; se ha hecho condición sine qua non que cualquier personaje del globo, no importa de donde provenga (aunque si viene de zonas periféricas al núcleo globalizado, o tiene alguna buena idea, tanto mejor…) esté acompañado de una retórica imposible de eludir: un aura, que lo acompañará por el resto de su andar entre todos nosotros. Un apartado en su biografía que solo redacta el resto de los mortales y que obviamente es ajena a las intenciones del protagonista.


Pero la pregunta es, necesariamente ¿se puede interpretar la realidad desde esa posición? La respuesta sería: absolutamente. Ser poseedor de una fama involuntaria es accesorio (no creo que alguien con intenciones serias busque fama de “clown”). De hecho, ¿cómo hacerlo de otra forma? ¿De qué otra manera se propagan las ideas? En este sentido, tal como están las cosas, la fama de Zizek, la reacción de los medios y del mundo académico no revela otra cosa más que la atracción de nuestra época por nebulizar las utopías (o todo ímpetu) dejándolas inmersas dentro de la corriente de objetos superfluos que circulan a nuestro alrededor, como si de verdad se sintiera que estar en medio del conocimiento (ni en el demasiado, ni en el demasiado poco), evitando llegar con éste hasta las últimas consecuencias, fuera una posición privilegiada. Cosas que por cierto el mismo Zizek ataca en sus libros. Pero, quizás sea necesario preguntarse dónde y cuándo nace aquel distanciamiento que tomamos hoy frente a las ideas que vienen con un alzamiento del volumen en la voz. Quizás sea necesario preguntarse “qué hace mover realmente el espectáculo”.

Tal como nos pintan a Zizek los medios, es cierto que en ocasiones es un espectáculo ver sus conferencias. El hombre suda como si estuviera en un horno cada vez que lanza la metralla de teorías e ideas interpretativas sin detenerse. Sus gestos, el inglés marcado por los tonos de su idioma nativo, y la orquesta que dirige con sus manos (cosas que las cámaras siguen con un sospechoso interés…) pueden causar rechazo al compararse con la figura estereotipada del intelectual filosófico empaquetado y de maletín que vemos en la comunidad universitaria con ínfulas de nerd ultra pensador. Da lo mismo si nos produce risa el escuchar su voz y sus, a veces, desenfadados análisis. Da lo mismo si en una conferencia se sirve de ideas comparativas acerca de los váteres y la relación escatológica que tienen estos con sus habitantes. Pero falta de profundidad intelectual no se le reprochará, de manera que es preferible no perder de vista lo importante en este mundo lleno de paradojas y aislar la parte inmerecida de su popularidad:

Hay una vieja historia acerca de un trabajador sospechoso de robar en el trabajo: cada tarde, cuando abandona la fabrica, los vigilantes inspeccionan cuidadosamente la carretilla que empuja, pero nunca encuentran nada. Finalmente, se descubre el pastel:
¡lo que el trabajador está robando son las carretillas!” *
*(Zizek; quién más podría ser)


Por: Rodrigo Cajas

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2 comentarios: on "SLAVOJ ZIZEK: “SOYONS RÉALISTES, DEMANDONS L'IMPOSSIBLE!”"

Anónimo dijo...

esa frase es del che guevara y la dijo en español. pretencioso!!!!!!!!!!!!!

Contingente dijo...

Amigo anónimo: gracias por la información. De todas formas, le contamos que esa frase puede ser de su Ché Guevara pero está en francés, lo cual quiere decir que fue dicha -además- en otro contexto y en otro país. Ni siquiera la dijo Zizek. Ni siquiera la dijimos nosotros. Pero, si ayuda en algo, ya que para eso somos buenos acá, le cuento que fue slogan del mayo del 68' francés.

Si ud. puede y quiere leer los 6 ensayos sobre la violencia de Zizek, quizás pueda entender el contexto de la frasecita en francés y, de pasadita, el contexto de por qué forma parte en el adorno de este humilde blog.

Nuestros más cordiales apretones y saludos.

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