Mayo, invierno. Con Francisco llegábamos desde distintas direcciones hasta el metro Quinta Normal. Ahí nos esperaba Daniel Díaz -más conocido como Ramírez Neira- para responder estas preguntas, antes de partir al norte, específicamente a Bolivia, al día siguiente. Cuatro meses después, como parece ser la tónica en Contingencia, nos dimos el difícil trabajo de actualizar. Los dejamos con Ramírez Neira, a continuación:
¿Cuáles fueron las influencias musicales y literarias que dejaron su estampa en Útero?
Principalmente lecturas de Juan Rulfo y de Kenzaburo Oé, que es este japonés de la novela “Una Cuestión Personal” en la que me basé principalmente para hacer el disco. Y musicales, está el disco “Composiciones para Guitarra” de Violeta Parra y toda la música de Opeth, una banda de black metal sueca que me influenció mucho para darle – a pesar de que el disco es acústico- ese toque como más denso, más metalero, si se puede decir. Y Nirvana, siempre.
¿Tiene que ver Nirvana con el título?
Sí, un poco, ja, ja.
Recuerdo que el disco en un comienzo iba a salir en octubre del 2010, pero finalmente salió en mayo de este año, ¿Hay alguna canción que hayas compuesto entre esos siete meses que hayas considerado incluir en último minuto?
Sí, una canción que no lleva nombre. Sentía que faltaba algo que de alguna forma reflejara el final de la novela en que me basé: cuando el autor termina aceptando al hijo enfermo que le nació. Es una canción que hice en el verano, por eso me demoré más y terminé de grabarla para luego lanzar el disco.
¿Crees que el trabajo que lanzaste en mayo es mejor que el que pudiste sacar el año pasado?
Sí, porque, precisamente, no estaba completo, sentía que algo faltaba. Lo que hice fue pasarle el disco -o la idea del disco- a amigos, principalmente a dos: a Juan Malebrán, un amigo poeta, y a Pablo Lefio, un amigo músico. Con ellos conversamos sobre qué faltaba, si es que había que incluir algo, el orden de las canciones. Entonces, y gracias a eso, ahora sí siento que está completo. A fines del año pasado no estaba conforme con el trabajo final, ni en cuanto a sonido ni en cuanto a las canciones, pero ahora sí siento que le di el giro que quería.
Pasaste de “Nace el hijo” a “Útero”. Ambos conceptos siguen estando relacionados a un origen. ¿Qué ideas gatillaron el cambio de nombre?
“Nace el Hijo” daba mucho para la confusión, para que se interpretara como el típico concepto un poco básico de la primera obra de un artista concebida como un hijo. Eso gatilló el cambio. Y llegué a la idea de Útero, principalmente, porque es el concepto fundamental de la novela. Al personaje principal le nace un hijo y ve el útero como un campo de batalla en el que éste fue herido, en analogía a Apollinaire, que vivió con una venda en la cabeza después de haber estado en la guerra, y con una bala durante el resto de su vida. Entonces quería llegar a una sola palabra que resumiera todo lo que era la novela, tanto como el disco. “Nace el Hijo”, claro, cumplía un poco con lo que requería, pero provocaba esa confusión, que no me gustaba para nada.
Me parece que la canción “Es sólo caminar” funciona como una suerte de arte poética, ¿por qué decidiste no incluirla?
Claro, funciona como arte poética en virtud de la idea de “sólo caminar”, y es un poco lo que quiero hacer, por eso lo de los viajes; pero, a pesar de que tiene que ver con lo que estoy viviendo actualmente, no la incluí porque no es parte del concepto que quería darle al disco, que está basado en una novela. No calza en cuanto a letras ni musicalmente con lo que quería hacer. Eso es principalmente. Sin embargo, no decidí descartarla completamente, por eso está como lado B en el sencillo “Cuánto desierto”.
Hace mucho tiempo, un amigo me dijo algo que me quedó dando vueltas hasta el día de hoy. Me dijo que la única función del músico era hacer buena música, independiente de la calidad de las letras, que para el caso ni siquiera importan, según él. Pero está el ejemplo de los cantautores, que si bien no se sirven de composiciones excesivamente complejas, sí basan su obra en las palabras e ideas que quieren compartir, como Bob Dylan, sin ir más lejos. Como cantautor y licenciado en literatura, ¿cuál crees que es la importancia de las palabras en la música?
O sea, tienen una importancia, pero igual yo les doy una importancia bastante relativa. No me gusta que en las canciones que hago la letra se superponga a la música. Prefiero pensar en el todo, en la canción como un todo. De hecho, a pesar de que trabajo la música basado en conceptos sacados de la literatura, esos conceptos no se traducen en que la letra misma sea más importante que la música, sino que la misma música está también basada en ese concepto literario. El clima que le doy tiene que ver con esa cosa oscura que tiene la novela. Y las letras acompañan con esa oscuridad. Entonces son un complemento. De hecho, las letras siempre son posteriores a la música. Primero hago la música, la línea melódica, y la letra siempre es posterior, para darle, como te digo, ese carácter completo a la canción. Está la línea melódica, está la música lista, y luego la letra simplemente lo que hace es completar ese concepto que estoy trabajando en una canción determinada.
Tocaste en Descentralización Poética, Amigo Imaginario, tienes una canción basada en "Estancia y Doméstica" de Mariela Malhue, ¿cuál es tu relación con la poesía chilena? ¿Hay autores nacionales que influyan en tus composiciones y/o letras?
Sí, es súper fuerte la influencia, porque el ambiente en que más me muevo no es tan sólo el musical si no que el poético. Suelo estar tocando en lugares como encuentros de poesía, precisamente, porque mis compañeros de universidad son poetas. Yo siempre era el único músico dentro de ese tipo de grupos. Con respecto a autores, claro, Jorge Teillier me ha influenciado bastante, sobre todo por el paralelo que hago con Juan Rulfo. Ese trabajo sobre el campo, de mirar la niñez en el campo que tienen ambos. Hay muchas canciones que están basadas en algunos textos de Teillier y de Rulfo que no están ni en el disco ni grabadas y van a ser parte del trabajo que voy a hacer ahora, el próximo. Se va llamar algo así como “Santo Remedio” y tiene que ver precisamente con tratar de ahondar más en cómo los conceptos morales en el campo, por ser un contexto distinto, pueden ser a veces chocantes para alguien que vive en una ciudad; los suelen ver como algo salvaje, siendo que acá también existe salvajismo.
¿Qué podrías sacar en limpio de la gira por Bolivia que hiciste este verano junto a Pablo Lefio, Jorge Reinún y Nikolás Gajardo?
Tenía la idea de, antes de partir, empezar a armar una banda con lo que estoy haciendo, pero con esa gira me di cuenta que no (risas). El show que hicimos con Reinún en el mARTadero me sirvió y siento que funcionó, porque logramos, o por lo menos yo logré, confirmar que a pesar de estar tocando solo sí se puede llenar todo ese espacio que podría llenar una banda; sobre todo porque ese tipo de espacios, que son un poco para hacer teatro, tienen toda una carga que ayuda en la interpretación, en el show mismo; me sirvió también para empezar a pensar que, a pesar de que toco solo, sí puedo adornar el escenario; que tocar solo no significa minimalismo ni simpleza si no que puede ser todo lo contrario: algo muy barroco también.
Ahora que has hecho dos giras por Bolivia, y que has estado trabajado allá, ¿podrías decirnos cómo es la escena musical/artística boliviana, a diferencia de la chilena?
La escena boliviana es mucho más pasiva. Hay muy pocas bandas que hacen sus propias canciones, la mayoría se dedican a hacer covers y si no hacen covers, hacen canciones con fórmulas ya muy repetidas, sobre todo en el ámbito del rock, que es en el que estoy más cercano. Las bandas no se hacen mucho cargo de sus propias formas de expresarse musicalmente. En el ámbito más popular sí, sorprende el folklore y hay mucha actividad por todos lados, pero, como te digo, en el ámbito más rockero, es bien limitada la producción si la comparamos con Chile. Acá, siempre recuerdo que cuando La Ley apareció todos los criticaban porque se hicieron famosos con un cover; eso no pasaría en Bolivia, sería algo más bien positivo. En Bolivia hay una mirada con respecto al arte en general súper tradicional. Falta un poco más de ruptura con ciertas fórmulas (incluso las vanguardias), mirar más el contexto más próximo que los determina también. Eso puede ser positivo, negativo, no sé, pero eso es lo que por lo menos veo.
Y desde allá, ¿cómo ves la escena chilena ahora, rescatas cosas?
Sí, siempre estoy investigando. La forma en que trabajo es muy similar a la de un escritor: estoy muy pendiente de lo que hacen los músicos de mi generación, para saber en qué estoy yo y en qué están ellos. Me gusta investigar lo que está haciendo gente joven en el área en la que me muevo, no tan sólo para criticar si no que para estar al tanto de lo que produce cada quién. No me gusta abstraerme mucho y decir “yo soy el único”. Se le suelen hacer muchas críticas, por ejemplo, a Chinoy, y a todos aquellos que son más “reconocidos” por la gente, pero es más que nada porque todos quisieran estar ahí. Yo sigo encontrándolo bueno, a pesar de que no es mi cantante favorito. Y, claro, lo que estoy haciendo ahora es intentar averiguar también sobre los sistemas de licencias libres, todas las páginas de internet, nacionales o internacionales que trabajan con eso. Y en esa parada estoy y es precisamente el motivo por el que estoy en Bolivia también. En Chile creo que hay, musicalmente, un gran desconocimiento con respecto a lo que verdaderamente son las licencias libres, pues se confunde con piratería. Es como: si uno está a favor de eso, está a favor de la piratería. A veces siento que eso es lo que cree la SCD. Parece que me desvié un poco de la pregunta...
Pero eso es interesante. Recuerdo un episodio bien vergonzoso para la SCD en que manejaron un Windows pirata en una presentación pública. Esas son incongruencias que muchos músicos han pasado por alto o han decidido obviar, probablemente, porque los beneficios son mayores; por lo mismo, me llama la atención que hayas decidido no formar parte de esa sociedad y que hayas decidido ser 100 % independiente.
Claro, no me interesa ser parte de ninguna sociedad que me oficialice como músico. Lo que no quiere decir que en determinado momento me asocie a gente que piensa como yo. Porque una cosa es asociarte y trabajar en conjunto y otra es convertirte a un tipo de pensamiento ya hecho y al que hay que amoldarse para sobrevivir. Para tener un recorrido fácil no me arrastraré con ninguna institución en Chile que no me represente. Para formar parte de un colectivo primero hay que tener muy claro la posición personal. Saber que uno por sí mismo constituye una institución. Y si llego a ser parte de un conglomerado o sello lo que pondría en discusión respecto a porcentajes son las formas de distribución de mi obra más no mis derechos de autor. Es más, por eso acepté la propuesta de los chicos de Ediciones Polla Literaria que decidieron lanzar con Útero su versión discográfica La Polla en tu Oreja, porque siguen la misma lógica de distribución libre de una obra. Además que la alianza no me quita el derecho a seguir haciendo mis propias cajas, con mis propios diseños para distribuir el disco por mi cuenta. Esa lógica es la que me interesa, la de la colaboración y no la de subyugación.
¿Nunca te ha llamado la atención formar parte de algún netlabel para recibir ayuda al momento de promover tu trabajo? Son ellos quienes, por lo que tengo entendido, funcionan como sellos gracias al sistema de licencias libres como Creative Commons.
Sí, lo que haré es subir todo mi trabajo a Jamendo que es una página que trabaja con músicos que usan Creative Commons. Ahí tú subes un disco, por ejemplo, y conservas tus derechos de autor sobre la obra y sólo cedes un porcentaje de las donaciones que se hacen por descargar ésta. De alguna manera al subir tu material formas parte de los artistas de Jamendo que apuestan por esta lógica del compartir libremente el conocimiento a través de medios digitales. Pues de eso se trata todo esto, de compartir y no poner barreras. Claro, la obra vale, pero hay que buscar medios alternativos, acordes a la contingencia digital, que permitan al músico seguir haciendo lo que hace. Y creo sinceramente que el sistema de donaciones es una salida viable.
Retomando la pregunta anterior, la desviada, ¿Qué es lo que rescatas de la escena chilena?
De la escena chilena lo que rescato es que cada vez hay más gente haciendo sus propias canciones. Cada oído cuestionará la calidad, pero por lo menos hay producción personal. Lo que no rescato es que la SCD sigue en una lógica de mercado trucho y me parece deplorable que muchas de las radios que todo el mundo en Chile escucha solo programen músicos ligados a esta sociedad. Con esto no quiero sonar a típico llanto lastimero del latinoamericano guacho. Lo único que intento plantear es que estas emisoras y sellos que siguen la lógica SCD son responsables de maleducar los oídos de gran parte de la gente, programando y promocionando generalmente músicos del Sello Azul y afines que responden a modelos sonoros sacados de México principalmente y que en ese país están replicados por montón. En ese sentido rescato mil veces más a los tipos que casualmente he escuchado en bares o en casas de amigos y que están sonando muy subterráneamente y que tal vez sólo un puñado de gente los llegue a conocer, pero que son realmente potentes y con propuestas rompedoras de moldes caducados por lo menos para mí. Doy como ejemplo el caso de Jorge Reinún, de Pablo Lefio, de Violenta Parra, entre muchísimos más. Con esto tampoco digo que lo que uno pueda llegar a hacer musicalmente salga de la nada. Las influencias están siempre presentes. El punto es que no se transformen en virus de una influenza que nos hagan sonar con mocos verdes que sigan propagando la infección, las fórmulas ya probadas. El arte y la música son ruptura. Creo sinceramente que hay que matar a los padres, descuartizarlos; crear encima de ellos, no con sus restos.
¿Qué se viene para Ramírez Neira, ahora que lanzaste el disco?
Voy a grabar un EP cargado en voces y guitarras simplemente, y va a estar basado de manera mucho más completa en el imaginario de Juan Rulfo, principalmente. Y lo otro es mover el disco por internet lo más que pueda, para expandir un poco el territorio y no tan sólo quedarme en Chile y Bolivia (que ahora es el lugar donde me instalé para gestionar todo lo que estoy haciendo). También desde Bolivia quiero poder visitar otros lugares, no sé, Perú tengo pensado en unos meses más; México. Pero siempre en mi lógica subterránea, la de caminar por los bordes de este planeta de manera completamente autogestionada. No me interesa lamerle el culo a nadie para que barran con mis ideas musicales o hacer que mi música calce con lo que instituciones validadoras del mercado buscan para seguir infectando a la gente con sus fórmulas ya probadas y adormecedoras de oídos.
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¿Cuáles fueron las influencias musicales y literarias que dejaron su estampa en Útero?
Principalmente lecturas de Juan Rulfo y de Kenzaburo Oé, que es este japonés de la novela “Una Cuestión Personal” en la que me basé principalmente para hacer el disco. Y musicales, está el disco “Composiciones para Guitarra” de Violeta Parra y toda la música de Opeth, una banda de black metal sueca que me influenció mucho para darle – a pesar de que el disco es acústico- ese toque como más denso, más metalero, si se puede decir. Y Nirvana, siempre.
¿Tiene que ver Nirvana con el título?
Sí, un poco, ja, ja.
Recuerdo que el disco en un comienzo iba a salir en octubre del 2010, pero finalmente salió en mayo de este año, ¿Hay alguna canción que hayas compuesto entre esos siete meses que hayas considerado incluir en último minuto?
Sí, una canción que no lleva nombre. Sentía que faltaba algo que de alguna forma reflejara el final de la novela en que me basé: cuando el autor termina aceptando al hijo enfermo que le nació. Es una canción que hice en el verano, por eso me demoré más y terminé de grabarla para luego lanzar el disco.
¿Crees que el trabajo que lanzaste en mayo es mejor que el que pudiste sacar el año pasado?
Sí, porque, precisamente, no estaba completo, sentía que algo faltaba. Lo que hice fue pasarle el disco -o la idea del disco- a amigos, principalmente a dos: a Juan Malebrán, un amigo poeta, y a Pablo Lefio, un amigo músico. Con ellos conversamos sobre qué faltaba, si es que había que incluir algo, el orden de las canciones. Entonces, y gracias a eso, ahora sí siento que está completo. A fines del año pasado no estaba conforme con el trabajo final, ni en cuanto a sonido ni en cuanto a las canciones, pero ahora sí siento que le di el giro que quería.
Pasaste de “Nace el hijo” a “Útero”. Ambos conceptos siguen estando relacionados a un origen. ¿Qué ideas gatillaron el cambio de nombre?
“Nace el Hijo” daba mucho para la confusión, para que se interpretara como el típico concepto un poco básico de la primera obra de un artista concebida como un hijo. Eso gatilló el cambio. Y llegué a la idea de Útero, principalmente, porque es el concepto fundamental de la novela. Al personaje principal le nace un hijo y ve el útero como un campo de batalla en el que éste fue herido, en analogía a Apollinaire, que vivió con una venda en la cabeza después de haber estado en la guerra, y con una bala durante el resto de su vida. Entonces quería llegar a una sola palabra que resumiera todo lo que era la novela, tanto como el disco. “Nace el Hijo”, claro, cumplía un poco con lo que requería, pero provocaba esa confusión, que no me gustaba para nada.
Me parece que la canción “Es sólo caminar” funciona como una suerte de arte poética, ¿por qué decidiste no incluirla?
Claro, funciona como arte poética en virtud de la idea de “sólo caminar”, y es un poco lo que quiero hacer, por eso lo de los viajes; pero, a pesar de que tiene que ver con lo que estoy viviendo actualmente, no la incluí porque no es parte del concepto que quería darle al disco, que está basado en una novela. No calza en cuanto a letras ni musicalmente con lo que quería hacer. Eso es principalmente. Sin embargo, no decidí descartarla completamente, por eso está como lado B en el sencillo “Cuánto desierto”.
Hace mucho tiempo, un amigo me dijo algo que me quedó dando vueltas hasta el día de hoy. Me dijo que la única función del músico era hacer buena música, independiente de la calidad de las letras, que para el caso ni siquiera importan, según él. Pero está el ejemplo de los cantautores, que si bien no se sirven de composiciones excesivamente complejas, sí basan su obra en las palabras e ideas que quieren compartir, como Bob Dylan, sin ir más lejos. Como cantautor y licenciado en literatura, ¿cuál crees que es la importancia de las palabras en la música?
O sea, tienen una importancia, pero igual yo les doy una importancia bastante relativa. No me gusta que en las canciones que hago la letra se superponga a la música. Prefiero pensar en el todo, en la canción como un todo. De hecho, a pesar de que trabajo la música basado en conceptos sacados de la literatura, esos conceptos no se traducen en que la letra misma sea más importante que la música, sino que la misma música está también basada en ese concepto literario. El clima que le doy tiene que ver con esa cosa oscura que tiene la novela. Y las letras acompañan con esa oscuridad. Entonces son un complemento. De hecho, las letras siempre son posteriores a la música. Primero hago la música, la línea melódica, y la letra siempre es posterior, para darle, como te digo, ese carácter completo a la canción. Está la línea melódica, está la música lista, y luego la letra simplemente lo que hace es completar ese concepto que estoy trabajando en una canción determinada.
Tocaste en Descentralización Poética, Amigo Imaginario, tienes una canción basada en "Estancia y Doméstica" de Mariela Malhue, ¿cuál es tu relación con la poesía chilena? ¿Hay autores nacionales que influyan en tus composiciones y/o letras?
Sí, es súper fuerte la influencia, porque el ambiente en que más me muevo no es tan sólo el musical si no que el poético. Suelo estar tocando en lugares como encuentros de poesía, precisamente, porque mis compañeros de universidad son poetas. Yo siempre era el único músico dentro de ese tipo de grupos. Con respecto a autores, claro, Jorge Teillier me ha influenciado bastante, sobre todo por el paralelo que hago con Juan Rulfo. Ese trabajo sobre el campo, de mirar la niñez en el campo que tienen ambos. Hay muchas canciones que están basadas en algunos textos de Teillier y de Rulfo que no están ni en el disco ni grabadas y van a ser parte del trabajo que voy a hacer ahora, el próximo. Se va llamar algo así como “Santo Remedio” y tiene que ver precisamente con tratar de ahondar más en cómo los conceptos morales en el campo, por ser un contexto distinto, pueden ser a veces chocantes para alguien que vive en una ciudad; los suelen ver como algo salvaje, siendo que acá también existe salvajismo.
¿Qué podrías sacar en limpio de la gira por Bolivia que hiciste este verano junto a Pablo Lefio, Jorge Reinún y Nikolás Gajardo?
Tenía la idea de, antes de partir, empezar a armar una banda con lo que estoy haciendo, pero con esa gira me di cuenta que no (risas). El show que hicimos con Reinún en el mARTadero me sirvió y siento que funcionó, porque logramos, o por lo menos yo logré, confirmar que a pesar de estar tocando solo sí se puede llenar todo ese espacio que podría llenar una banda; sobre todo porque ese tipo de espacios, que son un poco para hacer teatro, tienen toda una carga que ayuda en la interpretación, en el show mismo; me sirvió también para empezar a pensar que, a pesar de que toco solo, sí puedo adornar el escenario; que tocar solo no significa minimalismo ni simpleza si no que puede ser todo lo contrario: algo muy barroco también.
Ahora que has hecho dos giras por Bolivia, y que has estado trabajado allá, ¿podrías decirnos cómo es la escena musical/artística boliviana, a diferencia de la chilena?
La escena boliviana es mucho más pasiva. Hay muy pocas bandas que hacen sus propias canciones, la mayoría se dedican a hacer covers y si no hacen covers, hacen canciones con fórmulas ya muy repetidas, sobre todo en el ámbito del rock, que es en el que estoy más cercano. Las bandas no se hacen mucho cargo de sus propias formas de expresarse musicalmente. En el ámbito más popular sí, sorprende el folklore y hay mucha actividad por todos lados, pero, como te digo, en el ámbito más rockero, es bien limitada la producción si la comparamos con Chile. Acá, siempre recuerdo que cuando La Ley apareció todos los criticaban porque se hicieron famosos con un cover; eso no pasaría en Bolivia, sería algo más bien positivo. En Bolivia hay una mirada con respecto al arte en general súper tradicional. Falta un poco más de ruptura con ciertas fórmulas (incluso las vanguardias), mirar más el contexto más próximo que los determina también. Eso puede ser positivo, negativo, no sé, pero eso es lo que por lo menos veo.
Y desde allá, ¿cómo ves la escena chilena ahora, rescatas cosas?
Sí, siempre estoy investigando. La forma en que trabajo es muy similar a la de un escritor: estoy muy pendiente de lo que hacen los músicos de mi generación, para saber en qué estoy yo y en qué están ellos. Me gusta investigar lo que está haciendo gente joven en el área en la que me muevo, no tan sólo para criticar si no que para estar al tanto de lo que produce cada quién. No me gusta abstraerme mucho y decir “yo soy el único”. Se le suelen hacer muchas críticas, por ejemplo, a Chinoy, y a todos aquellos que son más “reconocidos” por la gente, pero es más que nada porque todos quisieran estar ahí. Yo sigo encontrándolo bueno, a pesar de que no es mi cantante favorito. Y, claro, lo que estoy haciendo ahora es intentar averiguar también sobre los sistemas de licencias libres, todas las páginas de internet, nacionales o internacionales que trabajan con eso. Y en esa parada estoy y es precisamente el motivo por el que estoy en Bolivia también. En Chile creo que hay, musicalmente, un gran desconocimiento con respecto a lo que verdaderamente son las licencias libres, pues se confunde con piratería. Es como: si uno está a favor de eso, está a favor de la piratería. A veces siento que eso es lo que cree la SCD. Parece que me desvié un poco de la pregunta...
Pero eso es interesante. Recuerdo un episodio bien vergonzoso para la SCD en que manejaron un Windows pirata en una presentación pública. Esas son incongruencias que muchos músicos han pasado por alto o han decidido obviar, probablemente, porque los beneficios son mayores; por lo mismo, me llama la atención que hayas decidido no formar parte de esa sociedad y que hayas decidido ser 100 % independiente.
Claro, no me interesa ser parte de ninguna sociedad que me oficialice como músico. Lo que no quiere decir que en determinado momento me asocie a gente que piensa como yo. Porque una cosa es asociarte y trabajar en conjunto y otra es convertirte a un tipo de pensamiento ya hecho y al que hay que amoldarse para sobrevivir. Para tener un recorrido fácil no me arrastraré con ninguna institución en Chile que no me represente. Para formar parte de un colectivo primero hay que tener muy claro la posición personal. Saber que uno por sí mismo constituye una institución. Y si llego a ser parte de un conglomerado o sello lo que pondría en discusión respecto a porcentajes son las formas de distribución de mi obra más no mis derechos de autor. Es más, por eso acepté la propuesta de los chicos de Ediciones Polla Literaria que decidieron lanzar con Útero su versión discográfica La Polla en tu Oreja, porque siguen la misma lógica de distribución libre de una obra. Además que la alianza no me quita el derecho a seguir haciendo mis propias cajas, con mis propios diseños para distribuir el disco por mi cuenta. Esa lógica es la que me interesa, la de la colaboración y no la de subyugación.
¿Nunca te ha llamado la atención formar parte de algún netlabel para recibir ayuda al momento de promover tu trabajo? Son ellos quienes, por lo que tengo entendido, funcionan como sellos gracias al sistema de licencias libres como Creative Commons.
Sí, lo que haré es subir todo mi trabajo a Jamendo que es una página que trabaja con músicos que usan Creative Commons. Ahí tú subes un disco, por ejemplo, y conservas tus derechos de autor sobre la obra y sólo cedes un porcentaje de las donaciones que se hacen por descargar ésta. De alguna manera al subir tu material formas parte de los artistas de Jamendo que apuestan por esta lógica del compartir libremente el conocimiento a través de medios digitales. Pues de eso se trata todo esto, de compartir y no poner barreras. Claro, la obra vale, pero hay que buscar medios alternativos, acordes a la contingencia digital, que permitan al músico seguir haciendo lo que hace. Y creo sinceramente que el sistema de donaciones es una salida viable.
Retomando la pregunta anterior, la desviada, ¿Qué es lo que rescatas de la escena chilena?
De la escena chilena lo que rescato es que cada vez hay más gente haciendo sus propias canciones. Cada oído cuestionará la calidad, pero por lo menos hay producción personal. Lo que no rescato es que la SCD sigue en una lógica de mercado trucho y me parece deplorable que muchas de las radios que todo el mundo en Chile escucha solo programen músicos ligados a esta sociedad. Con esto no quiero sonar a típico llanto lastimero del latinoamericano guacho. Lo único que intento plantear es que estas emisoras y sellos que siguen la lógica SCD son responsables de maleducar los oídos de gran parte de la gente, programando y promocionando generalmente músicos del Sello Azul y afines que responden a modelos sonoros sacados de México principalmente y que en ese país están replicados por montón. En ese sentido rescato mil veces más a los tipos que casualmente he escuchado en bares o en casas de amigos y que están sonando muy subterráneamente y que tal vez sólo un puñado de gente los llegue a conocer, pero que son realmente potentes y con propuestas rompedoras de moldes caducados por lo menos para mí. Doy como ejemplo el caso de Jorge Reinún, de Pablo Lefio, de Violenta Parra, entre muchísimos más. Con esto tampoco digo que lo que uno pueda llegar a hacer musicalmente salga de la nada. Las influencias están siempre presentes. El punto es que no se transformen en virus de una influenza que nos hagan sonar con mocos verdes que sigan propagando la infección, las fórmulas ya probadas. El arte y la música son ruptura. Creo sinceramente que hay que matar a los padres, descuartizarlos; crear encima de ellos, no con sus restos.
¿Qué se viene para Ramírez Neira, ahora que lanzaste el disco?
Voy a grabar un EP cargado en voces y guitarras simplemente, y va a estar basado de manera mucho más completa en el imaginario de Juan Rulfo, principalmente. Y lo otro es mover el disco por internet lo más que pueda, para expandir un poco el territorio y no tan sólo quedarme en Chile y Bolivia (que ahora es el lugar donde me instalé para gestionar todo lo que estoy haciendo). También desde Bolivia quiero poder visitar otros lugares, no sé, Perú tengo pensado en unos meses más; México. Pero siempre en mi lógica subterránea, la de caminar por los bordes de este planeta de manera completamente autogestionada. No me interesa lamerle el culo a nadie para que barran con mis ideas musicales o hacer que mi música calce con lo que instituciones validadoras del mercado buscan para seguir infectando a la gente con sus fórmulas ya probadas y adormecedoras de oídos.
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Deliverance - Opeth
Nursery Crime – Genesis
Strange Days - The Doors
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Composiciones para guitarra - Violeta Parra
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“Ommagio a Joyce” - Luciano Berio
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