Por Manuel Illanes
1. Considerando que has trabajado en distintas universidades norteamericanas durante un largo tiempo. ¿Qué diferencias significativas notas entre la escena poética norteamericana y la chilena? ¿Qué puedes rescatar de ambas?
Partiendo por lo primero: sólo he trabajado en dos universidades gringas, la Universidad de Iowa y la Universidad de South Dakota: pero Iowa City es una ciudad literaria (por lo menos para los estándares norteamericanos), por lo que uno tiene una idea más o menos ajustada de una radiografía de Norteamerica, aunque a escala de una miniatura. Es demasiada la diversidad que existe aquí, de todo tipo. No sólo la racial, que eso es un dato de la realidad, sino los distintos países que conviven al interior de Norteamérica. El Midwest es una cosa, muy distinta de California, de la Costa Este (N.Y., New Jersey, Boston, Baltimore, Providence, etc.), que tampoco tiene que ver con Miami que tampoco tiene mucho que ver con Minnesota ni mucho menos con Texas (estado del cual G.W. Bush fue gobernador antes de robar la presidencia de los EE.UU). A partir de ahí podrás entender que la escena poética norteamericana es bastante amplia, fuertemente marcada por la imposición de las leyes del mercado -lo que ha convertido a muchos poetas en profesores no de lengua o literatura, como ocurre en nuestro caso, sino de Creative Writing, que es el modelo que ha tratado de replicar en alguna medida la Diego Portales. Esto se diferencia, como sabemos, de un taller literario común y silvestre, donde no hay evaluaciones sino crítica, donde no hay tareas sino diálogo. O por lo menos debiera haberlo. Los creative writing se han esparcido por toda América y han estandarizado en alguna medida la escritura poética, sobre todo de las generaciones más jóvenes. Sin embargo, esto es importante aclararlo, la estandarización no tiene que ver tanto con la forma de escritura (ésta sigue siendo bastante diversa, tan diversa como profesores hayan, podría decirse), sino en los modelos de conducta y socialización que se han establecido en la patria literaria. No veo mucho espacio para aventuras personales, la atomización es un mal que afecta a toda empresa alternativa aquí en USA.
Con todo, se escribe poesía re-interesante en este amplio mar. Elizabeth Alexander es una poeta afro-americana que leyó en la Inauguración de Barack Obama, cosa que sólo ha ocurrido muy contadas veces (Robert Frost, por ejemplo, leyó cuando JFK asumió la presidencia). Otros nombres, dos que me gustan mucho: Mark Levine, Joshua Beckman. Lee Ann Roripaugh, Matthea Harvey, Becka Mara McKay, todos bastante diferentes unos de otros, Beckman un poco en la línea de la New York School, McKay una poeta judía que le debe mucho a sus trabajos de traducción, Harvey una escritora que se mandó un librazo de poesía política con Modern Life. Pero también, y esto me interesa mucho, parte importante de la poesía gringa de hoy se escribe en castellano o por autores de origen latino. Rosa Alcalá, Gabriela Jáuregui, Roberto Tejada, Daniel Borzutzky (que es tan chileno como el director español Alejandro Amenábar), Mónica de la Torre, entre otros. Hay una cosa muy difícil de definir ahí, una transterritorialidad donde el concepto de nación se va a las pailas y lo que queda son islas que se repiten, comunidades dispersas pero conectadas. Tuve la suerte de trabajar con Mónica de la Torre en una antología que reúne a muchos de ellos, Malditos sudacas-Malditos latinos, poesía hispanomericana Made in USA, que hasta ahora ha tenido una recepción bastante buena, así que aprovecho de mandarle un beso a Rocío Cerón, del Billar de Lucrecia, que publicó el libro con ojo milimétrico.
2. ¿Qué tendencias de la poesía norteamericana consideras, hoy por hoy, de mayor relevancia?
Creo que todavía se deja oír con mucha fuerza el Language Poetry, me parece que ellos la llevan en varios aspectos. Te digo esto porque de repente ves gente muy débil, como Robert Pinsky o Billy Collins, que son elevados a la categoría Laureate Poet o gente que de una u otra manera tiene una alta figuración pública, pero el Language Poetry no ha cedido a la tentación de este populismo. ¿Quiénes son los que más traducen, por lo general?: los Language Poets, Cole Swensen desde el francés, Lyn Hejinian desde el ruso, Michael Palmer desde el francés y el portugués con ayuda. Ahora, por otra parte, hay poesía igualmente valiosa entre aquellos que siguen una línea más confesional, por llamarla de alguna manera. De primer nivel, digamos, porque valiosa suena medio condescendiente. Mark Strand, Donald Justice, Donald Hall, Alan Dugan, etc. Por otro lado, confieso mi pecado original, nunca he leído a Maya Angelou (I´m guilty) y no sé si vaya a ocurrir. Soy culpable de pecado original: me quedo con John Ashbery, James Schuyler, con Chester Kallman. Pero te quería agregar una cosa: no conozco ni de cerca el panorama completo de la poesía gringa, ergo mal podría dar una imagen acabada de ella. Apenas conozco algunos nombres, apenas si tengo ciertas referencias para esas conversaciones de restorán que tanto anhelo y que perdí por completo cuando me fui de Chile. Ergo lo de las tendencias en la pregunta que me formulas, se reducen a las tendencias que mal conozco y me interesan. Y ni siquiera hemos hablado de la poesía de la Costa Oeste, de la movida de San Francisco, de los ex-beats, no hemos dicho una palabra de un poeta como Charles Bukowski que yo sigo defendiendo aunque haya a la que le patea el estómago, etc., etc., etc.
3. Ha transcurrido una década desde la aparición del libro de Francisco Véjar “Antología de la Poesía Joven Chilena”, que de cierta forma galvanizó a la generación de los noventa; a la luz del tiempo, ¿cuáles consideras tú que son los principales logros de esta generación y, a tu modo de ver, cuáles serían las promesas incumplidas de ella?
No creo que esa antología tenga mucho que ver con la generación del 90. Yo, por lo menos, no encuentro que tengan mucho que ver autores como Andrónico Higueras, Daniel Osorio y Germán Carrasco. Si tú encuentras la conexión, avísame. Sí hubo autores que han perdurado y marcado un poco lo que es este lote (Bello, Julio Carrasco, Anwandter, Antonia Torres). Pero siguen sin aparecer otros, como Leonidas Rubio y Cristián Cruz, que por derecho propio deberían haber entrado. Además, esa antología difiere mucho de la primera a la segunda edición, que es con la que me quedo. Ahí sí se incluyó a gente como Formoso y David Bustos, nombres fijos de este grupo.
Ahora bien, los principales logros de la generación como conjunto son difíciles de aquilatar. Que los hay, partamos por ahí. Creo que cuando empezamos a publicar nuestros primeros libros, tendimos a intentar diferenciarnos de 1) cualquier tipo de poesía militante o más bien panfletaria, aunque esto ya había comenzado a producirse con gente como Víctor Hugo y Jesús Sepúlveda, y 2) distanciarnos también de lo que era percibido como mera jerga juvenil o callejera (si esta percepción era correcta, habría que hilar más fino todavía), o por lo menos lo que parecía también un malditismo medio trasnochado
4. ¿Existen tendencias determinadas al interior de esta generación? ¿Se podría hablar de polos dentro de la misma?
Sí, por supuesto. No tienen mucho que ver, de buenas a primeras, el fárrago incontenible de Javier, con la economía verbal de Folch, que linda en el silencio. Roa es una celebración macabra de la mudez, pero Alejandra del Río es, por el contrario, un énfasis en los recursos de un yo poético que se despliega a lo largo de sus libros. Formoso es un umbral incomparable, creo yo, en su ficcionalización de la patagonia que la trasciende con mucho. Antonio Silva ha hecho suyo el discurso de género al problematizarlo, desde Andrógino en adelante. La relectura de la tradición poética que hacen Ismael Gavilán y Marcelo Pellegrini es muy de ellos, muy particular, aunque se entronca de alguna manera con la reflexión en torno al acto poético que hiciera Anwandter en un principio. Igual me quedo corto, es imposible no hablar de la poética de Yuri Pérez y el particular universo de San Beca, etc. Yanko González, otro tanto, un universo propio.
5. Con respecto a la actual promoción poética chilena, ¿se puede hablar de algunos rasgos distintivos en relación a la Generación del 90? ¿Existe una definición particular para la poesía de los 90 y para la poesía posterior?
Sinceramente, creo que no (no a las dos preguntas). Hay rasgos, por cierto, que son particulares a algunos poetas de la hornada más reciente, eso sería querer tapar el sol con un dedo. Cierto carácter performativo, la forma de ocupar algunos espacios públicos (ojo: espacios públicos que la autoridad o el poder no tiene problemas en dejar fuera de su control y/o vigilancia), eso sí ha sido muy marcado en cuanto a la pragmática de la difusión, pero de ahí en más no creo que haya abismos insalvables entre Pablo Paredes y Jaime Huenún. No más, por lo menos, de los que podría uno buscar entre Christian Formoso y Jaime Huenún, entre Jorge Velásquez y Jaime Huenún. Nombro a esta última pareja a propósito: se pueden establecer las mismas semejanzas y diferencias entre Marcelo Pellegrini y Huenún que entre Huenún y Diego Ramírez o Paula Ilabaca o Pancho Véjar. Lo que quiero decirte es que el sistema generacional, aún cuando necesario, también debe ponerse entre paréntesis. ¿Cuál es la relación entre Elicura, Huenún y David Añiñir?, ¿sólo una cuestión étnica?, ¿un problema de evolución literaria? Ergo, no creo que exista una definición específica de la generación del noventa, si consideramos toda la heterogeneidad escritural que hay entre sus autores. Por lo demás, como señalo en un artículo que acabo de publicar en Letras, no creo que se trate de generaciones literarias muy divergentes, sino en realidad de una continuidad que va desde el lote de la gente del '87 (Parra, Urriola, Leiva, Valenzuela, etc., hasta Montecinos, Gómez, Barraza y otros, pasando por toda la gente del noventa).
6. ¿Cuáles son, a tu modo de ver, las poéticas destacables y qué, definitivamente, deben dejar atrás los poetas jóvenes?
¿Poéticas destacables?: así, de frentón, veo varias poéticas, bastante divergentes por lo demás. Piensa, por ejemplo, en Raúl Hernández, cuyo primer libro es de una solidez inaudita. Pónlo al lado de tu Tarot, que poco tiene que ver con la concisión escrupulosa de Hernández y, sin embargo, el Tarot es uno de los libros de la última hornada que mejor están escritos. Otro: César Cabello, potente, muy potente. La Ilabaca es tremendamente atractiva en esa cosa lúdica y medio rockera de chica mala que tiene en Completa y La perla suelta. Otro tanto ocurre con un libro muy bien terminado como es el Baile de los niños, igual Gran avenida, de la Gladys. Son libros que exploran espacios de una marginalidad urbana y rebeldía juvenil con sello propio. El único problema que veo ahí es que esas rebeldías son admitidas sino es que auspiciadas por la misma lógica de la sociedad tal como está ordenada hoy, con fuertes rasgos de neoconservadurismo en la esfera política y una disociación con el resto de la gente. Si Piñera leyera esos libros diría: “hay que darle más espacios a los jóvenes”. Y punto. Supongo que los autores son plenamente conscientes de este dilema, el cual creo que encararán en su momento. Sospecho una inexorable privatización de los afectos, un divorcio entre algunas esferas del mundo social y el mundillo político. Cero militancia a la antigua, lo que hace que estos libros no dejen de ser escrituras politizadas, aunque sean formas de participación totalmente inéditas y que no buscan ninguna respuesta sistémica.
7. Como puede ser ya tradición en nuestro país, vemos que constantemente emergen grupos o colectivos literarios que buscan un espacio para figurar en el mapa cultural. Teniendo en cuenta la actual situación ¿ves alguna diferencia "esencial" de los nuevos grupos con los de las promociones anteriores?
Citaré a Onetti: la juventud es una enfermedad que se cura con los años. Estas son formas de ejercer la identidad, de hacerse parte de algo. Pero, y sin querer sonar despectivo (nada más lejos de mis intenciones), no veo ninguna diferencia esencial en el mapa. Salvo, claro, algunos casos que sí me parecen dignos de nuestra más cuidadosa atención, como es la Mapurbe de Añiñir, otro es Epew-Fábula, un proyecto genial, sencillamente genial, donde poetas mapuches escriben libretos medio poéticos para una especie de cómic étnico, donde la “historia” son poemas de diversos autores (Huirimilla, Mora, Cabello, Huenún, etc,), que después han sido ilustradas por dibujantes como Vania Cabellos y Johnny Guzmán: ahí los corridos mexicanos de Huirimilla hablan de una fuerza de la hibridez incontrovertible. Lejos de cualquier colectivo o grupo, Gustavo Barrera Calderón debe ser de los poetas más innovadores de nuestro panorama, ni viejísimo ni novísimo ni del noventa, una sombra de Adorno, un manga japonés, una reflexión teórica: todo eso es la poesía del Gustavo.
8. En relación a la irrupción de Universidades e instituciones privadas como dínamos culturales (pensemos en la Universidad Diego Portales, Universidad Finis Terrae, Universidad Andrés Bello, etcétera) ¿Se podría hablar de una redefinición del binomio estado-institución privada, respecto a la actividad cultural?
Sería bello pensar que el mundo privado tiene algún interés en el mundo de la cultura, más allá de la constante restitución de cierto patrimonio, que -por lo general- termina como capital cultural de grupos muy específicos. Pero no, no creo que sea así. La irrupción de las universidades privadas en el mundo de la educación responde a la imposición de la lógica de mercado como administración de los recursos y distribución de ellos. Nada más. ¿Ha hecho la Diego Portales una labor interesante en el plano editorial?: sí, de todas maneras, con todos los bemoles que uno podría argüir, nadie puede objetar el proyecto que han llevado adelante. Desde el punto de vista laboral, para empezar, es muy conveniente para mucha gente que tiene una vía de ingresos de relativa estabilidad. En sí, parece algo que habría que recibir con los brazos abiertos. Pero el Estado, en su rol de institución pública, de todos los ciudadanos, junto con fomentar esta participación de los privados, no debiera abdicar en su función de salvaguardar la pluralidad de las expresiones artísticas y de que estas sigan al alcance de todo el mundo. En ese sentido, creo que es preocupante que el subsecretario de cultura sea alguien tan ligado a la Iglesia Católica, lazos que la actual administración del país no busca precisamente mantener como los de dos instituciones independientes.
9. ¿Qué importancia otorgas a la traducción en la generación de nuevas poéticas y en el cuestionamiento de las antiguas?
Fundamental. Creo que es la mejor manera de abrir el compás, de abandonar esa cosa medio endogámica que a ratos tiene la poesía chilena, cualquier tipo de ombliguismo en Chile y en cualquier lado. Por suerte es algo que se ha dado con relativa firmeza entre nosotros y no creo que haya marcha atrás en eso. Toda la primera parte de La nueva novela, de Martínez, no es otra cosa que una traducción de Jean Tardieu, casi punto por punto. Supongo que nadie pretenderá restarle méritos a Martínez por eso, ¿no? Por ahí Sergio Parra tenía un poema titulado “Teillier”, que en realidad era la traducción de un poema de Raymond Carver. Pero no creo que se trate, como algunos quisieron pintarlo a mediados o principios de los 90, de un plagio ni nada de esas tontereas. Deudas, sí. Aprendizajes, rutas a seguir. Traducir es una excelente forma de aprender, te pone a prueba no sólo en tanto estilista, sino que te enseña una alta cuota de humildad, te enseña a no meterte donde no te corresponde. Te enseña a ser paciente.
Le creo mucho a Itamar Evan-Zohar y su teoría de los polisistemas en cuanto a quién traduce y qué se traduce. Básicamente, aquellas culturas que son o se consideran a sí mismas periféricas o débiles. Susan Bassnett y las teorías feministas de la traducción también han abierto muchísimo campo. A Elliot Weinberger no le creo tanto cuando teoriza como cuando se pone a traducir, ese es un verdadero poeta. Otro: Haroldo de Campos, cuyo conocimiento se lo debo a meu maestro Zé Molina, también conocido como Pepe Molina Robles, poeta mexicano y oaxaqueño.
10. En consideración a tu labor en Editorial Fuga: ¿cuáles son las ventajas, por un lado, y las limitaciones, por otro, que conlleva el trabajo en un editorial “independiente”? ¿Podrías diferenciar este trabajo respecto al que se desarrolla en sellos como LOM y Cuarto Propio?
Las ventajas son obligatorias. Estamos en esto, más allá del entusiasmo que nos mueve, por una cuestión de necesidad. No es que las editoriales independientes hayan florecido así como así, no es que un día Ledezma, Ghigliotto, Arroyo y Rodrigo Gómez dijeran, a pito de nada, por qué no nos montamos unas editoriales con problemas de distribución y poca plata, qué les parece, no tenemos nada mejor que hacer, mira que somos buena gente. Por el contrario, la necesidad de toda una comunidad que no es nada de imaginaria, pedía a gritos la aparición de una(s) editorial(es) que dieran cuenta de lo que estaba pasando: y no me refiero solamente a publicar a los autores que por A, B o C motivos no tenían cabida en otras editoriales como LOM o Universitaria, lo cual es de por sí importante, sino también de todo el circuito de socialización que se ha revitalizado, en parte gracias a estas nuevas editoriales. Pienso en Descentralización Poética, en LDDS, etc.
Las desventajas, sin embargo, pueden ser muchas y a veces parecer abrumadoras. Al ya mentado problema de distribución, se suman las carencias económicas que, si editoriales más grandes no son ajenas a ellas, en nuestro caso lo son mucho más. Ergo el azar también forma parte de nuestro proyecto editorial, en la medida en que estamos sometidos a una cotidianidad contingente, que en muchas ocasiones tiene variables imposibles de controlar. Pero, por lo mismo, se puede argumentar que las editoriales independientes, al menos FUGA lo es, son más ligeras, cargamos menos equipaje. Los costos de producción, si quieres ponerlo así, se han abaratado mucho. La distribución, de la que hablaba recién, también se aprovecha de las nuevas tecnologías, al digitalizarse todo y saltarse muchísimos pasos intermedios (librerías, ventas, etc.). Eso sí es una ventaja indesmentible, una ventaja indesmentible con consecuencias que no sé si somos capaces de aquilatar aún a cabalidad.
11.- ¿Cómo se inserta tu trabajo en el contexto de la poesía nacional? ¿Te consideras heredero de alguna tradición determinada en Chile?
No me siento heredero de ninguna tradición determinada en Chile. Hubiera querido escribir como Lihn, pero no tengo ni la mitad de la lucidez, no vamos a hablar del talento, como para pretender emularlo. Hubiera querido hacer algo como lo que hace Juan Luis Martínez, pero me perjudicó para siempre leer en mi más tierna infancia a Cardenal, a Charles Bukowsky, a Antonio Cisneros.
Aun así, creo que por una cuestión de ósmosis uno forma parte de la tradición chilena, uno crece con cierto horizonte de expectativas que en cuanto imaginario es bastante difícil sacarse de encima; también puede ser bastante pernicioso. Esas verdades asumidas creo que a la larga son más perjudiciales que otra cosa. Pero esto no invalida lo anterior: yo crecí leyendo poesía chilena y eso forma parte de mi particular ADN. Ahora bien, para ser más preciso y responder a tu pregunta, creo que mi trabajo, sobre todo en el último tiempo, tiene mucho que ver con lo que han dicho Leal, Silva Barandica y Rojas Pachas, por sobre todo en lo que se refiere a la representación de un simulacro, al acartonamiento floridano de la clase media que no quiere serlo, a la virtualidad que nos hace vivir menos en un mundo de bienes que en un intercambio permanente de marcas. Pero siempre desde la perspectiva de los comunes, no del pueblo obligatoriamente, pero sí de ese sujeto anónimo cada día más tenue y que de alguna forma sobrevive. Me interesa el hincha de fútbol que no va al estadio, los estudiantes de ingeniería informática en alguna de esas privadas que después cierran por falta de recursos, los captadores de pensionados del INP para encalillarlos con préstamos a largo plazo, etc. En ese sentido, y sólo en ese, me siento cercano a lo que hacen gente como Alexis Figueroa y Tomás Harris, pero, claro, desde una muy distinta modulación. Si en Harris hay un despliegue espectacularizado de una realidad degradada, esta misma situación contextual es recogida en mis poemas en su más mínima expresión, en su épica cotidiana en la que la fila del banco puede repetirse hasta la náusea, o en el hecho de que pagar la matrícula del colegio de los niños sea menos una satisfacción que una rutina.
12.- ¿Cuáles son las directrices que guían tu trabajo en la actualidad?
Por una parte, estoy muy metido con una reevaluación de mi propio trabajo crítico. Estoy volviendo si se quiere a mis raíces, más marxista que nunca, releyendo todo lo que haya que releer en un mundo que ha cambiado infinitamente. Hace poco tuve la suerte, una verdadera suerte, de asistir a una conferencia en vivo y en directo de Fredric Jameson, de quien soy lector más o menos devoto. Pues bien, este viejo hablaba de su famoso texto sobre la posmodernidad, “La posmodernidad o la lógica del capitalismo tardío”, publicado el 84, pero escrito en el '82, más o menos. En la conferencia en que yo estaba, en un auditorio repleto, Jameson se dedicó a evaluar lo dicho hace 25 años, viendo cómo lo que había planteado en aquella época, cuando aún no había caído la Unión Soviética e internet era casi impensable, ha tendido en líneas generales a agudizarse de modo absolutamente inédito. Lo que para algunos aparecía como una revisión de los modelos estéticos ha terminado por concretarse como una lógica cultural y social, desde la perspectiva de Jameson, con la que no puedo sino estar de acuerdo. Sobre eso me interesa mucho escribir, especialmente en el caso chileno, especialmente a partir de un libro que me parece muy lúcido como es Tramas del mercado, de Luis Ernesto Cárcamo, viejo amigo de lejanas tardes pichangueras y trabajos más o menos comunes, aunque él sea hoy en día alguien muy-muy renombrado en la academia y uno sólo un dilettante. Eso por una parte. Mi otro desvelo constante y sobre el que no me gusta tanto hablar, porque no sé cómo hablar de él, es seguir escribiendo poesía, sobre todo cuando mis condiciones de vida han cambiado tanto. En los últimos años he publicado un par de libros (Pie quebrado, Como un ciego en una habitación a oscuras, Homenaje a Chester Kallman) que en mayor o menor medida son rezagos, aun cuando con ciertos retoques y addendas, de mi vida santiaguina y nocturna, soltero en el Lagar. Pero desde el 2003 que Yanquilandia requiere de otras dinámicas y tengo hijas y estoy casado y eso, incluso si no lo quisiera, afecta lo que uno escribe. En parte, mis textos han empezado a lidiar con esos temas y esas formas de escribir desde el 2005 en adelante. Pero esas son cosas todavía inéditas que espero en algún momento publicar o dar a conocer entre mis amigos más cercanos, que al fin y al cabo son siempre los mismos lectores fieles. Pero el Homenaje a Chester Kallman acaba de salir en España, así que para llegar a publicar esos inéditos de los que te hablo creo que pasará primero algún tiempo.
Recomienda 10 libros de poesía must read:
1.- Los cuatro cuartetos, T.S. Eliot.
2.- La tierra baldía, T.S. Eliot.
3.- Cantos, Ezra Pound.
4.- Libro del desasosiego de Bernardo Soares, Fernando Pessoa.
5.- Poesía completa, Fernando Pessoa (sus tres heterónimos principales)
6.- Canto general, Pablo Neruda.
7-. Furor y misterio, René Char.
8.- Trazos de los dedos silenciosos, Lucho Hernández.
9.- Para un pueblo fantasma, Jorge Teillier.
10.- A partir de Manhattan y/o Pena de extrañamiento, Enrique Lihn.
Si quieres saber más sobre Cristián Gómez O., visita su blog: epígrafe para un libro condenado.
Las fotos fueron tomadas de allí.
1 comentarios: on "ENTREVISTA: CRISTIÁN GÓMEZ O."
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