lunes, 26 de abril de 2010

POEMAS DE JOHN UBERUAGA

nací un 12 de julio de 1984. dicen que ese día nació neruda, pero yo no les creo.
he escrito un montón de cosas malas y mediocres, pero no me asusto.
es la mediocridad la que nos enseña a que podemos hacer cosas medianamente buenas, o incluso, buenas del todo, aprendiendo a odiarnos y no siendo unos mamadores de nuestras propias vergas...


publicaciones:

árbol en llamas (editorial árbol en llamas) (2004)
forestal (editorial árbol en llamas) (2010)
antología carta de ajuste (editorial cataclismo) (2007)
revista lobo marino (?)
revista gotera (2006 - 2010)
revista letra muerta (2004 - 2006)

trabajos relacionados con escribir:

destapador de waters
diagramador de revista gotera
diagramador de editorial árbol en llamas



aquí estamos.

1


fue en la barra de un bar. una tasca de hijos sin padre.
los días se buscaban sin hallarse, compartiendo la chaqueta, los zapatos y hasta la misma sombra.
los borrachos se fugaban por las paredes y sus rostros se derretían.
parecían cartas quemándose en la hoguera.


aquí estamos,
- me dice casi en secreto, un veterano del insomnio
así de chicos, errantes, llenos de viento


el río
[fragmento]
(a g & k)

me acosté la noche pasada, intenté descansar
mi mente estaba muy alborotada, como un ganso salvaje
del oeste
skip james - devil got my woman



… y entonces miras atrás.
lejos, en los cerros más viejos, en sus casas más chuecas,
en cuartos pequeños donde dibujaron el hilo del tiempo.
lejos, donde el río nace.

es ahí donde el sol se fuga del sol
o la lluvia desaparece de sí misma,
y los que se escapan de los colegios y de las iglesias,
los hermanos más melancólicos y callados,
los que duermen bajo los puentes y en las plazas de pueblos imaginarios,
abren los ojos y se miran nuevamente entre ellos.

a veces miras atrás
y vuelves a leer la corriente
el río arrastra palabras limpias como huesos y calaveras
y al leerlas se te ponen los ojos blancos,
te inunda el pecho con ruido de agua.

lejos, despertábamos sin creer las mentiras del tiempo,
sin saber tampoco, que a veces mentía,
como la primera vez que fuimos niños.
pasábamos meses, años de agua
atrapados en ese instante antes de despertar.

pasábamos como pasan los ríos por las ventanas,
cambiando lo suficiente para volver a ser los mismos
la primera vez que fuimos niños
hablábamos como hablan los cuartos sencillos
para personas solas:

desde lejos y de a poco.
cerrando los ojos en este mundo
para abrirlos en otro.
a veces
un poco más tranquilos
un poco más secos.


deshielos

así se continúan los días
ola tras ola
bengala tras bengala
estrella errante tras estrella errante

todo lo que arrancas del cielo
con la desesperación de un condenado a muerte
o de un recién nacido
abriendo y cerrando las manos en el aire
ahogando en la arena
rastros de otros deshielos.

manos que se aferran
desde la contracara de los cristales
a los rostros hechos humo
amores amortajados, desplumados y abiertos en canal,
al odio descascarado
puesto a secar en un calendario
que juega a no estar.

así se desprenden de la carne
de los huesos,
de lo más brillante en los ojos
de lo más transparente
de las aguas más turbias
y espesas

como una carta escrita a mano
lanzada a la tempestad
se desprenden de la carne
los fuegos fatuos
las imágenes inmortales
llenas de sangre

de sangre de otros cielos como éste,
y agitas convulsivo tu cuerpo, y con él tu vida
y con ella toda el agua que ha pasado entre tus dedos.

así se descontinúan los días,
ola tras ola
frío tras frío
balazo tras balazo

y descubres que nuevamente has salido de la caverna
has tomado un vaso de cerveza
has hecho el amor
te has guardado un poema en el bolsillo
y has encendido un cigarro en una playa desierta
y ahí está el rastro de humo
la serenidad de otros deshielos
la calma de otras vidas
y de otras muertes

y de otras ventanas
abiertas de par en par
para que vuelva siempre
a quemar los cuartos cerrados
el sol de todos los días.


soñando forestal.

las calles de este cerro viejo
se hicieron mientras la ciudad dormía

y en forestal se miraban a los ojos
mientras soñaban
esos que estaban locos y vivían arriba,
más arriba de la cima,
donde nada crece,
de donde nunca se baja.

ocultos en los paraderos soñaban estas calles
los zapateros anarquistas, los niños que exploraban
las quebradas llenas de cavernas
en busca de flores venenosas,
los siempre ebrios, los asesinos que a veces
también creían en dios.

las madres trabajaban hasta tarde,
más tarde aún que después de la última hora de la madrugada
en las casas grises y monstruosas de la ciudad.
se refugiaban en los patios hechos de hilos de araña
que es el hilo con que se enhebran los ríos en los sueños.

casas pequeñas y mal pintadas,
pero limpias, profundas y claras,
como el sueño de un recién nacido.

las abuelas, duermen en esos segundos
en una verdulería
en un mediodía
mi abuela
tan hermosa y morena
en los jardines de la memoria.
arrugada y celeste,
cubierta de luz
en el cieloscuro de las tormentas;
soñó, quizás, contigo.

y ahora que acá nos olvida el mar,
y no hay ningún, ningún hombre que se acuerde de nosotros
porque esos hombres, cariño,
esos hombres que contratan policías
no sueñan con nadie.

ahora que parece ser tan tarde
debemos recordar lo que decían los muertos:
que los perros también duermen solos
mis perros negros, mis perros blancos
tarde, ya. en la noche
duermen solos
soñando las calles de este cerro viejo,
donde no es necesario dejar de soñar para estar despierto.


rastro de humo

que los días
a los que le pusimos fin
no sean como la moneda
que arrojamos al mar,
y que en cambio, estemos llenos
de esa vieja música
que tantas manos
y voces amigas
dejaron acá,

los ecos de sus campanas, entre lilas azules y almendras
nada tienen que ver con la espuma
que dejan las olas al golpear tu casa,
… no estarán al final del día.

y es cierto que no estamos siempre llenos
de llantos ni de risas

pero siempre estamos llenos
de días que han acabado

oh! gente mía
niñas y niños míos,
no llenen sus bolsillos
con monedas perdidas en el mar,
con el sol que quisimos ver
y nunca pudo amanecer,
o los botones del traje de alguno de tus muertos.

llénense de caricias y cicatrices
para que podamos decir
que al final del rastro de humo
solo hay árboles en llamas,

que a los columpios no los mece el viento
que ni las ruedas ni las licuadoras
girarán x siempre
que la luna no es de mármol:
es de palabras
y buenas intenciones

y que los días que hemos vivido
y que terminan hoy
y que comienzan hoy
no son una moneda
que extraviamos en el mar.


rebaño negro
(a los cabros)

vi el rebaño negro
a través de sus camisas rotas
y sus ojos eran animales derramados en sonrisas transparentes.

estrecharon mis manos en trenes disueltos,
y a mi oído confesaban
secretos de trincheras y sacrificios a la luz del alba.

venían helados de un viento ciego
un viento cargado de alacranes y cigarros,
de cerveza amarga y cicuta barata
un viento hecho de noches atadas por el pescuezo
en árboles de plazas detenidos en la historia.

lloramos el vapor de alegrías delicadas
envueltos en el resplandor de cielos intactos
como espejos temblorosos haciéndose añicos en cuartos cerrados.

algunos parecían niños heridos profundamente,
y profundamente perdidos en bosques en llamas
otros parecían niños condenados a muerte.

vi ayer
atentamente con ellos
las lejanas luces
que caían del cielo.

guardamos las estrellas y la esperanza
en bolsillos desgastados por cigarros malos
recogidos de patíbulos y paredones en desuso.
contábamos las horas y los días
que mediaban entre nuestras manos secas
y el regreso de la marea.

algunos lanzaban desamores como piedras contra viejas putas retiradas,
contra casas embrujadas, habitadas solo por estudiantes desventurados.
otros subían y bajaban las escaleras de valparaíso
arrastrando un corazón lleno de balas pero luminoso, casi intacto
y siempre deseando ver
en la noche opaca de ojos opacos
ojos húmedos y entreabiertos por la risa
de botillerías que solo trae la niebla.

algunos se besaban furiosamente,
en un vano intento de iluminar los rincones
que se ocultan del sol.

otros abrían sus brazos oponiéndose a la tempestad
y corrían por las praderas de la memoria
recordando cuando eran niños sin miedo a nada
saltaban al vacío de la sangre, de la vida
de las banderas que arden en la primera línea de fuego.

de vez en cuando, encontraba a uno con quien ver de cerca
los cerros difuminándose en el mar,
lentamente, sin prisa
y hablábamos del café, de la pereza, de robos,
de suicidios y asesinatos frustrados
de revólveres brillando a la luz de los faroles,
hablábamos de hijos que jamás tendríamos
leía los poemas que me dejaba su sombra
y luego partían con el alba.

vi el rebaño negro
caminar por abismos y cementerios y parques que jamás superarían al otoño,
y mis niños sabían perfectamente
que no hay forma de guardar estos días;
el fuego cruzado vaciará todas las balas,
el camino a la tumba de tus padres arderá de maleza salvaje y plantas carnívoras
el río traerá agua que no limpiará tu rostro.

cuando la jornada acabe
nuestra sangre y nuestra risa
serán luces que solo oirán
los que enloquecieron
mirando el río
que corre bajo los puentes.


una niña de ojos tristes duerme en valparaíso.

ella dormía en un valparaíso
sostenido en vasos de leches
en poemas llenos de lunas llenas
en ojos repletos de pájaros ahogados.

la mitad de su sombra recorría los caminos secretos
las pequeñas eternidades de las plazas y de las olas
la otra mitad permanecía recostada en bosques
que jamás retornarían del otoño.

la conocí un día
perdido entre tantos otros:
dormía en un valparaíso
hecho con recortes de viejos diarios de vida
de cartas extraviadas
de balas perdidas.

en un valparaíso que lentamente se tiñe de rojo
me detuve en una puerta imaginaria.
pienso que todos tus sueños tienen la nostalgia
de casas antiguas que arden en el tiempo
de poemas escritos de madrugada en escaleras que nadie sube
de los días en donde no te aceptan las guitarras
pero suenan las violetas tras cada vaso roto
y tras cada vena abierta.

dormía y un pañuelo oscuro le cubría los labios
sostenía la mirada
contra el cristal de una ventana imaginaria

como si mirara atentamente un barco que naufraga
o un árbol que vuelve repentinamente a la primavera.
como si se mirara a si misma
soñar
en valparaíso.


forestal
(a mi viejo)

las polillas se pelean furiosamente los hoyos de tus camisas
por los bolsillos rotos de tus pantalones caen como pasajes de micro extraviados
tus viejos consejos sin filo
que no te cases nunca, que las minas son panales de abejas asesinas
que lárgate cuanto antes de este cerro de mierda.
tus viejos consejos sin filo
caen como culebras azules del terno con el que fuiste a tu entierro,
caen como ciempiés aprendiendo a volar
como poemas escritos por alguien que piensa que tiene frío
y que no logra recordar el funeral de su viejo.
yo lavo tus trapos sucios en la cocina
y el fantasma del perro a quien más he amado
me ladra y me menea la cola perdido aún en un río.

me preguntas como está el cerro,

está tal cual lo abandonaste
la maleza llena de espinas
cubre el jardín
y tiene ese aroma venenoso a libertad y a las 3 de la mañana,
mucho más que las flores que murieron cuando terminó el verano.

desde mi cerro, que parece un cometa averiado,
un pedazo de tierra desprendido del planeta
lleno de casas tontas y hechas a la rápida,
como las letras en la carta de un suicida.
veo la esmeralda reposar en su lecho de sangre hirviente,
allá en ese horizonte vagabundo de los forasteros
los ridículos edificios de la ciudad a la que bajábamos como ladrones de ganado
que jamás se llenarán de campanarios y que además me tapan la vista al mar
las plazas sin otoños llenas de hijos sin padres.

desde acá no veo tu tumba
y de ella no conservo ni una sola fotografía,
aunque me decías
que tu tumba sería el mar.
yo te guardo en los bolsillos de las chaquetas que usabas
cuando aún no nos conocíamos
ni sabíamos que tendríamos que despedirnos.
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6 comentarios: on "POEMAS DE JOHN UBERUAGA"

Anónimo dijo...

El montón de huesos que no está comentando estos poemas dice que habría dado un 50% de la materia ósea que lo compone por estar en Newport en 1966 y escuchar a Skip James para después invitarle un trago.

vio le ta dijo...

q gracioso encontrar tus poemas en la red
debo admitir que me calienta la forma en q lees poemas
aunque me pone triste a la vez

q confusión

Tiare Stella Maris Gatica Mora dijo...

Gracias por el libro y la dedicatoria, pero debo decir que no estoy de acuerdo con eso de que "algún día la poesía nos salvará a todos", es el poeta quien debe salvar la poesía

Tiare Stella Maris Gatica Mora dijo...

y tu respuesta no me dejó del todo contenta, pues creo que la poesía no es solo hacer una oda al caldillo de congrio a la papa o a la pulga de la oreja, la poesía tambien puede ser crítica o social, así como narrativa, como en el libro que me regalaron (que por cierto ya lo leí y es buenísimo.
todos los lugares son poéticos, pues donde existan experiencias, sensaciones y emociones, la poesía está viva y latente, incluso sin ser plasmada en una hoja de papel.
Me encantó tu libro y seguiré leyendo tu trabajo.
Mucho éxito y es un orgullo saber que hay escritores locales tan buenos como tu.

tiare stella maris gatica mora dijo...

una cosa más, según yo la poesía es un arma y el poeta carga las balas de esta, es el lector quien decide si utilizará esta arma para defenderse, para herir a otros o suicidarse.

Unknown dijo...

Hola john... una esitorial está preguntando por ti y otras personas de valpo... escríbeme por favor, soy la valentina de barceli a

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