jueves, 11 de febrero de 2010

Kentucky's Derby (1)

Me bajé del avión cerca de la medianoche y nadie me habló mientras cruzaba la oscura manga hacia el Terminal. El aire estaba denso y caliente, como si estuviese caminando en un baño de vapor. Dentro, la gente se abrazaba y se daba las manos…grandes sonrisas y gritos aquí y allá: “Por Dios! viejo bastardo! Un gusto verte, hijo! Te ves demasiado bien…eso es lo que quiero decir!”.

En el salón con aire acondicionado, conocí a un hombre de Houston que dijo que su nombre era algo que no entendí—“pero llámame Jimbo”—que estaba aquí para pasarla bien. “Estoy listo para cualquier cosa, por Dios!”. Para
cualquier cosa. Qué estás bebiendo?”. Yo había ordenado un Margarita con hielo, pero él no quería oír hablar de eso: “No, no, qué tipo de trago es ése para el Derby de Kentucky? Qué te sucede, muchacho?.” Él sonrió y le hizo un guiño al encargado del bar. “Maldita sea, vamos a educar a este muchacho. Tráele un poco de buen whisky”.

Me encogí de hombros: “Ok, un Old Fitz doble con hielo” Jimbo asintió con entusiasmo.

“Mira”. Él me cogió del brazo para estar seguro de que yo estaba escuchándolo. “Yo conozco a la gente del Derby, vengo cada año aquí, y déjame decirte una cosa que he aprendido-esta no es una ciudad en que puedas darle a la gente la impresión de que eres un marica. Mierda, ellos te atropellarán en un minuto, te golpearán en la cabeza y te robarán cada centavo que traigas en los bolsillos”

Le agradecí mientras guardaba un Marlboro en mi cigarrera. “Hey”, dijo, “tú pareces estar dentro del negocio de los caballos, cierto?”

“No”, le dije, “Soy fotógrafo”.

“Ah sí?”. Miró mi gastado bolso de cuero con interés. “Es eso lo que tienes dentro—cámaras? Para quién trabajas?”

Playboy”, le dije.

Se rió. “Bien, maldita sea! De qué vas a tomar fotos aquí—caballos desnudos? Ja!. Sospecho que tú tendrás que trabajar muy duro cuando ellos corran en Kentucky Oaks. Esa carrera es sólo para yeguas”. Volvió a reírse salvajemente. “Claro que sí! y todas ellas estarán desnudas!”.

Moví mi cabeza sin decir nada; sólo lo observé un segundo, tratando de parecer preocupado. “Habrá problemas”, dije. “Mi trabajo es tomar fotos de las protestas”.

“Qué protestas?”

Dudé, haciendo girar el hielo en mi vaso. “En la pista. El día del Derby. Las Panteras Negras”. Lo miré de nuevo. “No leíste los periódicos?”

La sonrisa de su rostro se desvaneció. “De qué mierda estás hablando?”

“Bien, quizás no debería decírtelo…”. Me encogí de hombros. “Pero demonios, todo el mundo parece saberlo. La Policía y la Guardia Nacional se han estado preparando por seis semanas. Hay 20.000 soldados en alerta en Fort Knok. Ellos nos han advertido—a la prensa y los fotógrafos— que usemos cascos y ropas especiales, por ejemplo chalecos antibalas. Nos dijeron que esperaban tiroteos…”

“No!”, gimió; sus manos se agitaron y quedaron suspendidas por un momento entre nosotros, como si trataran de evitar lo que había escuchado. Después golpeó su puño contra la barra del bar. “Esos hijos de puta! Dios todopoderoso! El Derby de Kentucky!”. Movía su cabeza desesperadamente. “No!
Jesús! Es demasiado horrible para creerlo!” Ahora parecía estar hundiéndose en la banca, y cuando me miró sus ojos estaban llorosos. “Por qué? Por qué aquí? Ya no respetan nada?”

Me encogí de hombros. “No sólo son las Panteras- El FBI dice que autobuses llenos de blancos desquiciados han venido de todo el país—para mezclarse con la multitud y atacar al mismo tiempo, desde todas las direcciones. Ellos se vestirán de forma normal, como cualquier persona. Tú me entiendes—abrigos y corbatas y todo eso. Pero cuando los problemas comiencen…por eso es que la Policía está tan preocupada.”

Se sentó por un instante, mirando alrededor con desconcierto, sin ser capaz todavía de digerir todas esas terribles noticias. Luego se largó a llorar: “Oh…Jesús! Qué está pasando en este país, en el nombre de Dios? Adónde podemos estar
lejos de esa gente?”

“No aquí” le dije, tomando mi bolso. “Gracias por el trago…y buena suerte.”

Me agarró del brazo, urgiéndome a que me tomara otro trago, pero le dije que estaba atrasado, pues debía llegar al Club de Prensa y prepararme para el terrible espectáculo. En un kiosco del aeropuerto tomé un
Courier Journal y revisé los titulares: “Nixon envía soldados a Camboya para derrotar a los rojos…”. “Ataque de B-52, 20.000 soldados avanzan 30 kilómetros…”. “4.000 soldados del Ejército desplegados cerca de Yale mientras crece la tensión por próxima protesta de las Panteras”. Al fondo de la página había una foto de Diane Crump, que pronto sería la primera mujer en participar como jinete en el Derby de Kentucky. El fotógrafo la había retratado “parada en los establo, acariciando a su montura, Fathom.” El resto del diario estaba salpicado de horribles noticias sobre la guerra e historias de los “disturbios estudiantiles”. No había ninguna mención acerca de los problemas que se avecinaban en una universidad de Ohio llamada Ken State.

Fui a la recepción del Hertz para recoger mi auto, pero el pálido libertino a cargo me dijo que no tenían ninguno. “Ya no puedes rentar uno en ninguna parte”, me aseguró. “Nuestras reservaciones para el Derby se cerraron hace seis semanas”. Le expliqué que mi agente había confirmado un Chrysler convertible blanco para mí esa misma tarde, pero él movió negativamente la cabeza. “Quizás tendremos que cancelarlo. Donde se está quedando?”.

Me encogí de hombros. “Donde se quedan las personas de Texas? Yo quiero estar con mi gente.”

Él suspiró. “Amigo, estás en problemas. Esta ciudad está totalmente
repleta. Siempre es así para el Derby.”

Me acerqué a él, susurrándole: “Mira, yo trabajo en
Playboy. Te gustaría trabajar ahí?”

Él retrocedió rápidamente. “Qué? Vamos, no bromees. Qué tipo de trabajo?”

“Olvídalo”, le dije. “Acabas de desperdiciar tu oportunidad”. Arrastré mi bolso por el mostrador y me fui a buscar un taxi. El bolso es una propiedad valiosa en esta clase de trabajo; el mío tiene muchas etiquetas: San Francisco, New York, Lima, Roma, Bangkok, ese tipo de cosas—y la etiqueta más importante de todas, recubierta de plástico, casi oficial, que dice: “Fotógrafo, Rev. Playboy”. Se lo compré a un chulo en Vail, Colorado, y él me recomendó como usarlo. “Nunca menciones Playboy hasta que estés seguro que ellos hayan visto la etiqueta primero”, me dijo. “Luego, cuando veas que se han dado cuenta, es el momento de atacar. Siempre se lo tragan. Esta cosa es mágica, te lo digo. Pura magia.”

Bueno…quizás. Había resultado con el pobre cretino del bar, y ahora mientras el taxi amarillo zumbaba camino hacia la ciudad, me sentí un poco culpable de llenar los sesos del aquel incauto con esas malignas ideas. Pero qué diablos? Cualquiera que vaya por el mundo diciendo, “Claro que sí, soy de Texas”, merece que le suceda lo peor. Y él había venido una vez más para transformarse en un asno del siglo XIX en medio de una asfixiante locura heredada sin nada que recomendar salvo una tradición que vender. Muy temprano en nuestra conversación, Jimbo me había dicho que no se había perdido un Derby desde 1954. “Mi pequeña dama no vendrá de todas formas,” dijo. “Ella apretó los dientes y me dejó libre esta vez. Y cuando yo digo “libre” quiero decir libre! Me gasté diez dólares como si nada! Caballos, whisky, mujeres…mierda, hay mujeres en esta ciudad que harían de todo por dinero.”

Por qué no? El dinero es una buena cosa en estos tiempos perversos. Aún Richard Nixon lo necesita. Unos pocos días antes del Derby había declarado, “si yo tuviera dinero, lo invertiría en la Bolsa de Valores”, mientras la Bolsa continuaba su terrible caída.




***

Ir a la Parte 2.

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3 comentarios: on "Kentucky's Derby (1)"

Anónimo dijo...

¡ GRACIAS POR SUBIRLO ! ¿no tienen algo más de él ??

agustin dijo...

Gracias muchachos!.

Un genio este tipo Thompson. Si tienen mas articulos traducidos escritos por el, les agradeceria si los postean.

Anónimo dijo...

graciasssssssssssssss

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